Desde hace años, el peso muerto ha sido uno de mis ejercicios favoritos en el gimnasio. Sentir el peso en mis manos, la tensión en mis músculos y el desafío mental que implica levantar una carga pesada siempre me ha dado una sensación de logro y fortaleza. Sin embargo, todo cambió una mañana durante una rutina de entrenamiento intensa.
Al bajar para levantar la barra, sentí un dolor agudo en mi parte baja de la espalda. Ignoré las señales de advertencia y continué con mi serie, pero el dolor persistió y se intensificó. Al terminar mi sesión, apenas podía moverme. Sabía que algo estaba mal (aunque no como Coleman).
Visité a mi médico, quien después de algunos exámenes me diagnosticó con lumbalgia, una lesión en la parte baja de la espalda comúnmente asociada con levantamiento de peso incorrecto o excesivo. La noticia me golpeó con fuerza. No solo significaba enfrentarme a semanas o incluso meses de dolor y limitaciones físicas, sino que también ponía en peligro mi capacidad para entrenar como lo había hecho antes.
Mi médico me recomendó un programa de rehabilitación personalizado para fortalecer mi espalda y mejorar mi técnica de levantamiento de peso. Las sesiones de rehabilitación se convirtieron en parte de mi rutina diaria. Comenzaron lentamente, con ejercicios de estiramiento y movilidad para aliviar la tensión en mi espalda. Con el tiempo, pasé a ejercicios de fortalecimiento específicos, como la tabla, las extensiones de espalda, todos diseñados para fortalecer los músculos de mi espalda baja y mejorar mi postura.
Cada sesión de rehabilitación era un desafío físico y mental. Había momentos en los que el dolor y la frustración amenazaban con abrumarme, pero me aferré a mi determinación de recuperarme por completo. Con el apoyo de mi fisioterapeuta y mi médico, persistí incluso cuando el progreso era lento y gradual.
Después de semanas de dedicación y esfuerzo, comencé a notar mejoras significativas en mi condición. El dolor disminuyó gradualmente, mi movilidad mejoró y mi confianza en mi capacidad para recuperarme creció. Finalmente, llegó el día en que mi médico me dio luz verde para comenzar a entrenar nuevamente, con precaución y bajo supervisión.
Regresar al peso muerto fue un momento emotivo para mí. Sentí una mezcla de emoción y ansiedad mientras me acercaba a la barra. Con el corazón latiendo con fuerza, me concentré en mi técnica, recordando las lecciones aprendidas durante mi rehabilitación. Lentamente, con determinación y cuidado, levanté la barra del suelo.
La sensación de poder y triunfo que experimenté en ese momento fue indescriptible. A pesar de los desafíos y las dificultades que enfrenté en mi camino hacia la recuperación, finalmente había superado la lumbalgia y había vuelto a hacer lo que más amaba.
Sin embargo, mi médico también me advirtió sobre la posibilidad de una cirugía si mi condición no mejoraba o si volvía a lesionarme gravemente. Esta advertencia me recordó la importancia de escuchar a mi cuerpo, de entrenar con inteligencia y de cuidar mi salud en primer lugar.
Gracias por llegar hasta aquí!